El 3 de noviembre… el adiós a Donald Trump

José Miguel Calderón / Sdpnoticias

Las encuestas de opinión, los sondeos y el ambiente político en los Estados Unidos apuntan inequívocamente hacia la victoria del demócrata Joe Biden en los comicios del próximo 3 de noviembre. La derrota de Trump, si es concretada tras los posibles litigios ante la Corte, significará el final de cuatro años de gobierno de un hombre autoritario que ha sacudido los cimientos del orden mundial; un presidente displicente hacia la ciencia y que ha cedido el liderazgo estadounidense a países como China y Rusia.

Algunos analistas y medios de comunicación han especulado en torno a la escasa credibilidad de las encuestas, pues recuerdan su error en la predicción de los resultados de los comicios de 2016. En este contexto -y en respuesta- conviene destacar que los encuestas favorecían en el voto nacional a Hillary Clinton, quien resultó ganadora del sufragio popular.

Por otro lado, en los estados clave de Wisconsin, Michigan y Pennsylvania, los sondeos previos a la elección arrojaban números dentro del margen de error, y Trump ganó el Rust Belt con una diferencia menor a un punto porcentual en los tres estados. En otras palabras, las encuestas sí resultaron certeras dentro de la posibilidad de imprecisión del método predictivo. Ahora Biden con una ventaja más amplia sobre su rival, se antoja menos posible una victoria de Donald Trump.

Al día de hoy, más de 80 millones de estadounidenses han votado por correo postal en una elección que podría superar la participación en los comicios de 2008, cuando resultó ganador el carismático Barack Obama en medio de un descrédito del Partido Republicano ante la crisis económica y la guerra en Iraq. Hoy el ambiente político, protagonizado por la pandemia, ha galvanizado significativamente a los electores. Ello – desde luego- juega contra los intereses del presidente Trump, pues es acusado abiertamente de un negligente manejo de la pandemia, a la vez que ha desdeñado la importancia de los principales medios individuales y colectivos de prevención de contagio.

Del otro lado de la frontera sur de los Estados Unidos, los mexicanos debemos celebrar la inminente derrota de Trump. Tras más de cuatro años de agravios verbales contra la nación mexicana, y el haber utilizado el nombre de México como vulgar estrategia de campaña le ha enemistado irremediablemente con México. El racismo congénito del presidente y de su base electoral ha ofendido a los mexicanos, y forzó al gobierno mexicano a la negociación de un nuevo tratado comercial. Afortunadamente, derivado de la experiencia de funcionarios como Ildefonso Guajardo, los términos del acuerdo resultaron menos lacerantes para la economía mexicana de lo previsto.

La derrota electoral de Donald Trump, su salida de la Casa Blanca y su vuelta al lujoso departamento en Nueva York facilitarán el tránsito hacia una normalidad política tan amargamente añorada a lo largo de los últimos cuatro años.

Por su parte, el gobierno mexicano, encabezado por López Obrador, merece un reconocimiento en materia de la gestión de la relación bilateral, pues la experiencia y el talento de personajes como Marcelo Ebrard hicieron posible realizar acciones de contención frente a la hostilidad del presidente de Estados Unidos.

Donald Trump no es amigo de México… y todos debemos esperar su naufragio. Amén.