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Durante décadas, el USS Stewart descansó en el fondo del océano, olvidado por todos. Ahora, emergió del olvido gracias a la avanzada robótica de Ocean Infinity
En las profundidades del océano Pacífico, a unos 1.080 metros bajo la superficie, se hallaba un barco envuelto en misterio durante casi ocho décadas. Conocido como el “Barco fantasma del Pacífico”, el USS Stewart fue finalmente redescubierto por un trío de robots submarinos autónomos de Ocean Infinity. Estos drones de 6 metros de largo, diseñados para la exploración marina, localizaron la histórica nave durante una misión de mapeo en el santuario marino Cordell Bank, un área protegida de 3.331 kilómetros cuadrados frente a la costa de California. Lo sorprendente fue la rapidez del hallazgo: mientras escaneaban el lecho oceánico, los drones encontraron el USS Stewart en cuestión de horas, después de permanecer desaparecido durante 78 años.
La misión de búsqueda fue parte de un proyecto más amplio de Ocean Infinity para probar la capacidad de sus robots submarinos en operaciones simultáneas y autónomas. Sin embargo, el redescubrimiento del USS Stewart no estaba en sus planes originales. La idea surgió a raíz de una sugerencia de Russ Matthews, presidente de la fundación sin fines de lucro Air/Sea Heritage Foundation, quien propuso que los drones se usaran para buscar el barco después de localizar las coordenadas del remolcador que lo hundió.
El USS Stewart, un destructor de la Marina de Estados Unidos, tiene una historia única y poco común dentro del marco de la Segunda Guerra Mundial. Su odisea comenzó como parte de la flota estadounidense, hasta que en 1942 fue severamente dañado y finalmente hundido y abandonado por sus propios tripulantes tras un enfrentamiento bélico. Lo que sucedió después es lo que ha convertido a este barco en una leyenda: fue capturado por las fuerzas japonesas, que lograron reflotarlo y repararlo para volver a utilizarlo en la guerra, esta vez, como escolta para convoyes navales enemigos.
Este cambio de bando no pasó desapercibido para los aliados. Durante la guerra, los pilotos aliados reportaron haber visto en varias ocasiones lo que parecía ser uno de sus propios destructores navegando en territorio enemigo. Este avistamiento generó confusión y le otorgó al barco su famoso apodo: el “Barco fantasma del Pacífico”.
El USS Stewart tuvo una segunda vida activa bajo la bandera japonesa hasta el final de la guerra. En 1945, tras la rendición de Japón, la Marina de Estados Unidos recuperó el barco con la intención de devolverlo a su puerto de origen. Sin embargo, durante el viaje de regreso, el barco sufrió problemas mecánicos, obligando a la flota a remolcarlo hasta Guam y posteriormente hasta la costa de Estados Unidos.
Después de la guerra, y ya de regreso en aguas estadounidenses, el USS Stewart fue finalmente hundido el 24 de mayo de 1946 como parte de ejercicios de tiro naval. Aunque parezca el cierre de su historia, el barco mantuvo su mística. Su entierro en el mar fue dramático, ya que se necesitaron aproximadamente dos horas de fuego para hundirlo definitivamente, y en los años que siguieron, la ubicación exacta de sus restos se perdió, convirtiéndolo en un misterio durante décadas.
A lo largo de las décadas siguientes, hubo múltiples intentos por localizar los restos del USS Stewart, un desafío complicado por la vasta extensión del lecho marino y las profundas aguas en las que se había hundido. Estas dificultades lo convirtieron en uno de los naufragios más buscados, tanto por su relevancia histórica como por su misteriosa desaparición.
El USS Stewart ha sorprendido a arqueólogos y expertos navales por su impresionante estado de conservación. A pesar de haber pasado 78 años en las frías profundidades del Pacífico, este barco de 96 metros de largo se encuentra casi completamente intacto y en posición vertical, lo cual es inusual para una embarcación de su edad. Este descubrimiento hace del “Barco fantasma del Pacífico” uno de los ejemplos mejor preservados de un destructor de cuatro cañones de la Marina de Estados Unidos que existen en la actualidad.
El nivel de conservación ha sido catalogado como “excepcional” por Maria Brown, superintendente de los santuarios marinos nacionales de Cordell Bank y Greater Farallones, según declaraciones a The New York Times. El hecho de que el USS Stewart se encuentre en tan buen estado, sumergido y alejado de actividades humanas, permite a los historiadores y arqueólogos obtener una visión más clara de la ingeniería naval de la época y de las condiciones en las que se encontraba el barco en el momento de su hundimiento.
El redescubrimiento del USS Stewart es un ejemplo fascinante de cómo la tecnología moderna, especialmente la robótica submarina, está transformando la exploración oceánica. La compañía de robótica marina Ocean Infinity empleó un trío de drones submarinos autónomos, cada uno de 6 metros de largo, para cartografiar el fondo marino en el santuario nacional Cordell Bank. Lo que hace tan innovador este proyecto es la capacidad de los drones para trabajar de forma simultánea y autónoma, cubriendo grandes áreas en menos tiempo y con una precisión mucho mayor que la tecnología de exploración tradicional.
Esta nueva generación de robots submarinos de Ocean Infinity, con su diseño en color naranja para mayor visibilidad, ha demostrado ser altamente eficaz para misiones complejas. Por lo general, mapear 68 kilómetros cuadrados de fondo oceánico llevaría semanas, pero gracias a estos drones, se logró encontrar el USS Stewart en solo unas pocas horas. Esta eficiencia resalta el potencial de la tecnología para encontrar restos históricos, pero también para otros usos como la construcción de parques eólicos marinos, la identificación de rutas para cableado submarino y la exploración de hábitats oceánicos.
Además de Ocean Infinity, otras organizaciones han mostrado interés en esta tecnología para la investigación marina, ya que estos vehículos no tripulados pueden sumergirse a profundidades extremas, moverse por áreas estrechas y recolectar datos de alta resolución sobre la topografía del fondo marino. La combinación de autonomía, velocidad y precisión marca una nueva era para la arqueología subacuática y la gestión de recursos marinos, permitiendo descubrimientos que, hasta hace poco, parecían imposibles.