Alejo Sánchez Cano – Desde San Lázaro – El Financiero
Esperemos que la lección de lo ocurrido del otro lado del Río Bravo se asimile de la mejor manera por López Obrador y sus huestes y dejen atrás la beligerancia y sus deseos absolutistas.
Los resultados de la elección presidencial en Estados Unidos empiezan a mostrar una realidad incuestionable en torno al rechazo que empiezan a tener en el mundo aquellos gobernantes con tintes populistas y rijosos que alientan la polarización social y que buscan la continuidad de sus proyectos políticos a través de la reelección o cualquier figura que, esbozada con el antifaz de la democracia, intenta imponer el autoritarismo.
Los populistas arribaron al poder, gracias al hartazgo de la gente hacia los políticos llamados “tradicionales” que poco o casi nada hicieron por mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, sin embargo, después de comparar los resultados de ellos con el gobierno, por ejemplo, de un populista como Donald Trump, pues se cae en la cuenta que a la hora de gobernar no rinden los resultados esperados y que la mayoría de sus promesas de campaña fueron solo una entelequia.
De hecho, la democracia tiembla ante los gobiernos totalitarios que se han instaurado en otras latitudes del mundo, particularmente en América Latina, en donde la perpetuidad en el poder de gobernantes como Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Evo Morales, es una característica de los dictadores que toman el poder en un ejercicio de elección democrática, para después buscar permanecer bajo el régimen totalitario.
En Estados Unidos, están las condiciones dadas para que el presidente en turno busque la reelección y la consiga, ya que las ventajas de estar en campaña siendo presidente en funciones, le da innumerables ventajas, empero, en el caso de Donald Trump, fueron de tal tamaño sus pifias que a los estadounidenses no les quedó más que inclinarse por el acartonado Joe Biden.
De haber sido un mejor candidato, en estos momentos ya tendría la Unión Americana un nuevo presidente, sin embargo, habrá que esperar a que se resuelva la elección en tribunales, ya que Trump no tiene la calidad moral ni los tamaños de estadista para reconocer su derrota.
La lección dada por los electores norteamericanos, debe ser observada y aplicada en nuestro país, tanto por los mexicanos como por su clase gobernante, en particular por el presidente López Obrador, quien en lo más recóndito de su corazón guarda ese deseo de mantenerse en el poder más allá de la frontera que marca el 2024.
La incorporación de la figura de la revocación de mandato a la Carta Magna tiene la soterrada intención de no dejar la presidencia, sino al contrario mantenerse en ella con el impulso del refrendo, tal como lo hicieran en su momento, los actuales dictadores de Latinoamérica.
Las similitudes existentes entre Donald Trump y AMLO son asombrosas no obstante que pertenecen en teoría a disímbolas corrientes ideológicas, sin embargo, los unen diversos factores que tienen en común, como por ejemplo, la forma de darle lectura a la realidad, mediante la mentira; el ataque sistematizado a los medios de comunicación y a la propia libertad de expresión, así como también de exacerbar el ánimo colectivo.
Con ellos no hay medias tintas, o estás con ellos, o en contra, premisa que polariza a la sociedad a niveles incluso de violencia.
En estos momentos, en Estados Unidos hay gente armada dispuesta defender a su candidato aún con su vida en caso de que los resultados electorales no les sean favorables.
Esperemos que la lección de lo ocurrido del otro lado del Río Bravo se asimile de la mejor manera por López Obrador y sus huestes y dejen atrás la beligerancia y sus deseos absolutistas y se dediquen a gobernar para todos y darles resultados a los mexicanos, de no hacerlo, el castigo en las urnas será contrario a sus intereses.


































