En Palacio, jugando a La Casita

VERÓNICA MALO GUZMÁN / SDP NOTICIAS

Pío no dice ni pío, pero hay otras cosas más serias que sí ocurren en Palacio y que “la casita” de Chávez sirve para acallar.

Candil de la calle, oscuridad de su casa.
En casa del herrero, cuchillo de palo.

Dichos populares

Y jugar por jugar
Sin tener que morir o matar,
Y vivir al revés
Que bailar es soñar con los pies.

Joaquín Sabina

Si lo que busca usted es un distractor, jugar a la casita, al bombero, al policía y al ladrón, como un niño, una niña, no se debe perder la mañanera.

Hay música y pajarracos disfrazados de periodistas que graznan preguntas con tal de desviar la atención, mientras los verdaderos reporteros esperan pacientemente su turno; los pobres ven su tiempo acotado y no siempre pueden preguntar lo que muchos en serio quisiéramos saber.

Pues sucede que, en ocasiones, en lugar de despistar la atención, el habitante de esa casa de ficción lo único que logra es centrarla más en lo que quiere ocultar.

Ocurrió en la conferencia de la mañana de ayer, cuando López Obrador pidió que pusieran la canción “La Casita”, interpretada por Óscar Chávez.

Se proponía simular —sí, una vez más— que en la 4T ya no hay corrupción. Sin embargo, al escuchar la canción, más de uno no pudo evitar pensar en las 23 casas de Manuel Bartlett

O en los lujos de Palacio Nacional entre los que habita el presidente.

O en los videos donde Pío, el hermano de Andrés Manuel, no se cansa de recibir bolsitas con dinero de quién sabe qué origen y para quién sabe qué destino.

Y aunque en su caso no se le conocen casas —que conste, no es que no las haya—, un antiguo empleado del TEPJF (y exabogado de Margarita Zavala), Salvador Nava, hoy lo representa (habría que recordar esa parte de la letra de la referida canción: si tú quieres al momento casa, vestido y sustento y una vida cual no hay dos, ya no seas reaccionario hazte robolucionario y que te bendiga Dios).

Poco convence —y cada vez será menos— que el mandatario mencione a su consanguíneo para decir, sin sustento alguno, que todo lo que hemos visto y veremos de Pío López Obrador es conforme a derecho.

Ojalá así sea, pero sucede que si se le vio recientemente por los rumbos de la Fiscalía, no fue para declarar o aclarar.

Hizo acto de presencia, y fue recibido con toda clase de deferencias, solo para acusar al periodista Carlos Loret de Mola.

O sea, no solo guardó silencio al respecto de sus cuestionables actos que ahora son públicos, sino que acusó a otro de algo que esa persona no hizo: grabarlo infraganti.

Pío no dice ni pío, pero hay otras cosas más serias que sí ocurren en Palacio y que “la casita” de Chávez sirve para acallar.

Una de ellas es la decisión unilateral de López Obrador de recortar el aguinaldo a los servidores públicos del gobierno federal. Quien haya permitido que firmara el decreto en cuestión, muestra su ignorancia de los derechos humanos y del Art. 123 Constitucional.

“Las trabajadores gozarán del derecho al salario y el aguinaldo. El aguinaldo es irrenunciable y todos los servidores públicos tienen derecho a recibirlo”, dice claramente.

Así que reducir el aguinaldo es la violación de un derecho, y no cualquier derecho.

Máxime cuando el primer mandatario se congratula de ser una persona justa y velar por el bien de todos. “Ya no me pertenezco, estoy encabezando un movimiento para transformar a México”.

¿Transformar para qué? es lo que le ha faltado demostrar (¿se acuerdan del “mover a México” de Peña Nieto?).

La aseveración de que ya no se pertenece debería ser sinónimo de que cuida por el pueblo, no que disminuye el aguinaldo de los servidores públicos con la excusa de una austeridad mal entendida y peor ejecutada.

¡Cuidado! Ya que hablamos de juegos, ¿recuerdan el de las sillas musicales? Dice que regresará el total de su aguinaldo a la Tesorería para que sea dirigido a los infectados de covid. Magnífica/abominable confusión de términos.

El aguinaldo de López Obrador no sirve para atender a muchos enfermos y, si bien es aplaudible que done su aguinaldo, ello no es sinónimo que todos los empleados tengan que (voluntariamente a fuerzas) hacer lo mismo. Es robo a quienes laboraron y tienen derecho a ese dinero.

Al son de la melodía, uno se desprende de su silla solo para encontrarse con que esta ya no está cuando uno quiere volverse a sentar…

El verdadero presupuesto para tratar a los enfermos del sector salud que se encontraba en el fideicomiso (33 mil millones de pesos), nos fue arrebatado en el Congreso —de una forma muy ruin, además, aunque esa es otra historia— para ser reintegrado a la Secretaría de Hacienda.

No era necesario el aguinaldo, ¡bastaba que ese dinero consolidado para tratar enfermos se hubiera sido ejercido/utilizado!

La verdad es que hay una diferencia enorme entre un aguinaldo de máximo 200,000 pesos y un presupuesto superior a los 33,000 millones de pesos, pero sirve para ser farol de la calle. Más bien para farolear… Dar un óbolo de tan solo doscientos mil pesos para un contagiado y quitarle miles de millones a los cancerosos.

Y, ahí también, nadie dice ni pío.

Así, sin querer queriendo, la mañanera se convierte en un lugar para engañar. Un horrible espacio donde se juega a la casita.