AMLO contra la clase media

Por: Fernando Belaunzarán

El resentimiento vende y es lo que ofrece el populismo. Señalar al enemigo es tema central de su propaganda; atizan rencores para responsabilizarlo de los males del país y acusan a sus adversarios de servirle. Esa narrativa con la que se legitiman gira alrededor de la necesidad de acabar con él como condición para regresar a un presunto pasado idílico que les arrebataron. El planeamiento es simple y eficaz, pero se desgasta y resulta poco convincente, incluso falsario, para sectores informados. Por eso, entre otras razones, les incomodan las clases medias ilustradas.

La incomodidad llegó al reproche y la descalificación moral. Al presidente Andrés Manuel López Obrador le molestó que ciudadanos sufragaran por opciones distintas a la de su partido y censuró a los votantes que decidieron castigar con contundencia a la 4T en el poniente de la Ciudad de México. Lejos de asumirse como Presidente de todos los mexicanos y respetar la pluralidad política del país, recrimina a quienes eligieron distinto porque pertenecen a la clase media “aspiracionista”, “egoísta”, que “quiere triunfar a toda costa”.

Visto así, la derrota electoral de Morena en la CDMX es culpa de quienes pretenden superarse, tienen licenciatura y cursan posgrados, aquellos a los que el Presidente considera muy difíciles de convencer porque no cambiaron su mentalidad, a diferencia de aquellos que reciben por fin dinero del erario como respiro ante sus carencias. La paradoja es que quienes están más informados son manipulados por los noticieros radiofónicos que, asegura, están en su contra, pero no así a los que tienen estudios escasos y el gobierno otorga transferencias en efectivo. Nunca antes se había confesado con tanta franqueza el uso de programas sociales con fines electorales. El mandatario se jacta de que la respuesta del beneficiario sea el voto a favor del partido en el gobierno.

Lo que molesta es que a la clase media no se le compra el voto, es menos vulnerable al adoctrinamiento con el relato maniqueo del régimen y es exigente frente a las autoridades. Eso le favorecía estando en la oposición y por eso buena parte de ella lo apoyó para llegar a la presidencia. Si ahora eso cambió es porque los resultados son decepcionantes y su gobierno es el cuestionado.

Para el Presidente, aspirar a vivir mejor es egoísmo y lo que debe fomentarse es la resignación como fundamento de la felicidad. La movilidad social, que tradicionalmente era reivindicada por la izquierda, es vista como un devaneo conservador y materialista, pues para este régimen ser liberal y progresista es conformarse con lo que se tiene y buscar consuelo en la espiritualidad auténtica, ésa que acude a los templos sin hipocresía.

López Obrador alaba una sociedad en la que los pobres aceptan su situación, entienden que el desplome del Metro son “cosas que suceden”, agradecen el poco dinero que reciben del gobierno para subsistir y votan por Morena. Pretender más es inmoral, como lo demuestran esos que decidieron tachar el logo de otros partidos porque se indignaron con la tragedia en la Línea 12 y sus secuelas de impunidad, siendo que ni siquiera usan ese medio de transporte. Si los afectados, “gente humilde”, le refrendaron su apoyo es señal de que son más conscientes que quienes tienen mayores estudios.

Tanto estereotipo exhibe prejuicios, pero también la intención de consolidar el poder sobre la base de un pueblo empobrecido que sea leal al régimen que les entrega algo de dinero para sobrevivir sin sacarlos de la pobreza para que la necesidad sea su grillete. No vaya siendo que pasen a la clase media, les dé por exigir y sean tan desagradecidos que voten por otros partidos.

López Obrador es el extraño liberal que proscribe al individuo, predica contra el deseo de triunfo y apela a la religión para apuntalar su proyecto y exaltar el conformismo con la vida que a cada quien le tocó vivir, como si esa fuera la voluntad divina y resistirse a ella un pecado. Busca que la gente se informe sólo con su palabra, al margen de la evidencia, y no crea lo que revela la prensa independiente. El poder absoluto riñe con la libertad de pensamiento. Con razón las clases medias le voltearon la espalda.