Luis Enrique Ortiz
La formación del sistema de servicios de salud que le heredó el neoliberalismo al Gobierno de México, pasó también por un largo proceso de corrupción y privatización, las dos vías que por la que la locomotora del capital tuvo que correr, para desmantelar las condiciones que hacían más efectivo el ejercicio del derecho universal a la salud.
Cientos de miles de millones de dólares, producto de los excedentes petroleros, se fueron a los bolsillos de la clase política parasitaria nacional, y no sólo no invirtieron lo suficiente en atender la salud de una población creciente, sino que los recortes al gasto en la materia se realizaron sexenio y tras sexenio hasta dejar los huesos de uno de los servicios asistenciales básicos que todo estado democrático e incluyente está obligado a dar a su población y más, cuando al menos en teoría los cotizados hidrocarburos eran de la Nación es decir de todos.
Ni democráticos ni incluyentes, los sexenios del PRI y del PAN, se dedicaron a jibarizar las instituciones de salud, a la vez que aparecían por todos lados hospitales y servicios privados, de los cuales no pocos políticos eran socios y hasta la fecha, porque la privatización no se ha revertido, ni se garantiza el derecho universal a la salud, a pesar de llevar dos tercios de ejercicio de gobierno del grupo que llegó al poder con la promesa de resolver el problema.
Usted va al Hospital General del Estado y se para 15 minutos cerca de la farmacia y se escuchará cuando a los pacientes les dicen: “no hay insulina, no hay ácido acetilsalicílico, no hay pregabalina, linagliptina… no hay, no hay” y un largo chorizo de etcéteras de escasez de medicamentos especiales y del cuadro básico.
Las salas de medicina interna están atestadas, en especial desde que el pánico al Covid-19 disminuyó y nos permitió sacar a flote todas las enfermedades que guardamos desde marzo de 2020, cuando todo cambió. Los baños de la sala de medicina interna apestan, están sucios y en estado tan insalubre que si alguien no va enfermo ahí puede agarrar una infección, porque el baño lo usan todos, sanos y enfermos de lo que sea.
El Hospital General del Estado, está convertido en la pesadilla de todo político que tuviera que verse obligado a atenderse ahí él o algún ser querido.
Pero ¿quién se beneficia no sólo de la falta de médicos, enfermeras y de medicamentos? Pues claro, los dueños de los servicios de medicina privada y de las farmacias, de las cuales se dice que algunas tienen socios del gobierno del estado pasado, que trabajaron precisamente en el sector como mano derecha de la misma gobernadora.
Y no da tanto coraje que “no haiga” nunca medicinas o médicos suficientes, porque sí los hay pero están en otro lado, exprimiendo a la clase media y uno que otro que vende el carro, la casa o la dignidad para salvar la salud o la vida de un ser querido y pagar la cuenta de la medicina privada, ahí donde trabajan todos los especialistas. Eso es desde endenantes, tiene rato y como quiera se va uno medio acostumbrando.
Lo que da coraje, es que a los que fueron parte de este desastre que los que van llegando no le encuentran pies ni cabeza, se les premie con exilios dorados, con gastos pagados y una imagen de honorabilidad que no pueden sostener ante su pueblo, al que defraudaron, si no que les pregunten a los padres ABC.
Quién sabe si el que tiene la culpa es el gobierno del estado, quien sabe si es el INSABI, todo esto mientras el HGE está siendo convertido a rajatabla en escuela de medicina, es decir los pacientes son objetos de estudio y no personas. Porque la facultad de medicina de la Universidad de Sonora está diseñada para formarle médicos al capital y no para salvar vidas.
Por si fuera poco, el Hospital de Especialidades que debió ser terminado el sexenio pasado y para el cual, el Gobierno de México destinó casi dos mil millones de pesos más de lo presupuestado inicialmente en tiempos de Peña, ahora ya en manos de la Cuarta Transformación, no salen, ocho meses después, con que no pueden prender las luces del nosocomio porque se les botan los térmicos. Así de ese tamaño el pedote.
Por lo menos esperen a que terminen el nuevo hospital para convertir en sala de experimentación el HGE, donde médicos sin experiencia recetan medicamentos que bien saben que no estás en la farmacia de la institución. No pocos, más que médicos comprometidos con el combate al dolor, son agentes de ventas de los laboratorios que fabrican las sustancias que no tienen los hospitales del sistema de salud pública.
Una cita puede tardar meses y un tumor cancerígeno detectado y diagnosticado para ser extirpado en junio de 2021, puede durar hasta nueve meses en serlo, me consta.
En el departamento donde te programan las cirugías, te dicen que si quieres una atención más rápida, el paciente debe pagar los laboratorios, rayos x, tomografías, resonancia magnética o electrocardiogramas. También me consta.
No es un lecho de rosas lo que heredó la 4T en el caso de la medicina pública, pero cada vez queda más claro que no sólo es culpa de los que se fueron, sino que los que llegaron no saben o no pueden y para el caso es la misma.
Así las cosas, en el sistema de Salud, tomando como muestra sólo un botón, al del HGE de cuyo servicio de emergencias, ya hablaremos después.
¡Salud!































