Un violín oficial a la producción de alimentos sanos

Luis Enrique Ortiz

En la lucha para transitar de un modelo de producción agropecuario, basado en el uso de agrotóxicos a uno sustentable, parece que va ganando Monsanto.

Programas completos elaborados en el ala progresista de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Social (SADER), han sido abortados desde la fría indiferencia del ala de egresos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

En plena emergencia alimentaria global, con escasez y encarecimiento de fertilizantes, alto impacto inflacionario de los precios agropecuarios, aderezados con severos cuadros de sub alimentación, se sigue financiando una forma de producir que vuelve desigual el uso a recursos como el agua y la tierra, pero que además es altamente contaminante, contribuye a degradar los suelos y no ha sido efectivo para impedir que la gente en el mundo siga muriendo de hambre o esté sub alimentada.

Más bien son muchos los que mueren debido a la forma de producción que emplea sustancias usadas para matar plantas, insectos, hongos y otras fuentes de biodiversidad consideradas como plagas.

Los agrotóxicos son causas asociadas a la proliferación de distintos tipos de cáncer, especialmente en las regiones donde se sigue fumigando veneno desde aviones comerciales. Pero también lo pueden ser si tan sólo se comen.

Está demostrado que el uso intensivo de urea, como fuente extra de nitrógeno, para apurar el crecimiento de las plantas, no sólo es condición para el surgimiento de plagas, sino que a la larga endurece el suelo y en no pocos casos, termina en aguas someras o subterráneas, contaminando con compuestos nitrogenados, a 90 pies del home o dicho de otra manera, a nada de convertirse en otras sustancias, incluyendo las que propician la formación de medios ácidos, donde pocas formas de vida pueden prosperar.

En México como política de Estado, se financia y subsidia la compra de urea como fertilizante prioritario y se destina casi nada a la enseñanza al indígena y/o campesino para promover formas de producción ligadas a la permacultura, la agricultura orgánica, agro ecología o como cada quién le quiera llamar, siempre y cuando el resultado de la producción sea sin uso de agrotóxicos, sana y con mayor valor nutricional.

Sería más que un harakiri doble y por la espalda, proponer que se deje de apoyar a pequeños productores con urea, como base de su proceso de fertilización de suelos.

Pero no hay que ser, aunque sea para taparle el ojo al macho y poner a prueba el programa de autosuficiencia alimentaria, la SADER debería tener más recursos para operar de manera decorosa.

Por cierto, la dependencia no se quiere ir a vivir a Ciudad Obregón, porque es muy peligrosa, en especial para la burocracia dorada que anda en carros “perrones” y tienen cuentas de banco “machuchonas”.

La enseñanza y apoyo para que los productores hagan sus propios fertilizantes, caldos minerales y para el control de poblaciones de plagas, no sólo puede abaratar abismalmente los precios de varios insumos que influyen en la formación de los precios de los alimentos, sino a crear un ambiente más sano, sin uso de venenos agrícolas, que abone a un medio ambiente sano y nos permita consumir frutas, verduras, cereales o carnes sin moléculas de sustancias potencialmente cancerígenas como el glifosato.

El impulso real a granjas productoras de fertilizantes orgánicos, pueden contribuir a mejorar la división social del trabajo en el campo y a generar ingresos dignos a grupos hoy en alta vulnerabilidad.

La pandemia que está por ser declarada como vencida y la guerra de Rusia contra Ucrania, nos han enseñado lo vulnerable que es nuestra base productiva a los cambios de los precios de agro insumos y alimentos, además de los daños que provocan a la salud muchas de las cosas que nos comemos porque vienen con residuos de sustancias que pueden matar insectos, que en pequeñas dosis no asesina a un humano, pero más de una son bio acumulables y pueden causar males crónicos mortales en personas.

La auto suficiencia alimentaria, en algunos productos de la canasta básica, mediante la producción para auto consumo, no sólo puede ayudar a mejorar la nutrición, salud e ingreso de quien la práctica, sino a reducir la demanda de fertilizantes de importación encarecidos por la guerra.

La austeridad meta franciscana que viven programas en pro de la sustentabilidad en el campo, como la Estrategia de Acompañamiento Técnico para Productores de (Muy) Bajos Ingresos, impide que estos puedan ser aplicados en campo “sin reventar al caballo”.

Existe un mercado potencial enorme de fertilizantes orgánicos, pero la SADER le hace al Cochi con Levis y favorece con mucho la producción herencia de la Revolución Verde y el crecimiento en el uso de agrotóxicos.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, conoce el papel que jugó la elaboración de sus propios fertilizantes a la Revolución Cubana, para resistir el asedio, embargo y bloqueo de su vecino del norte.

AMLO sabe lo socialmente útil que puede ser un programa masivo de producción de fertilizantes orgánicos, es por ello por lo que no se explica el retraso y tacañez del Estado a la hora de apoyar esta forma de producción más amigable con la vida y la auto suficiencia alimentaria de un pueblo que quiere salir de las medidas de racionamiento que le impone la tiranía del mercado.

No solamente se ahorcan desde la chequera de Hacienda, los programas de la subsecretaría de Desarrollo Social de la SADER, sino que se replica el modelo en los estados, donde la permacultura, la agricultura orgánica, agro ecología o como cada quién le quiera llamar, parecen no tener lugar, por eso creo que va ganando Monsanto y el presidente manda a enfrentar a Goliat, como si todos fuésemos Percy, el garbanzo de a libra que develó el verdadero rostro de las multi naciones ligadas a la fabricación y venta de agrotóxicos.

Salud!!