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Tras finalizar el partido entre Francia y Argentina, una provocación fue el preludio de una contienda física entre los jugadores
La final de la Copa del Mundo entre ambas selecciones dejó grietas profundas en el coraje y orgullo de cada jugador, ya fuera galo o francés. Desde los comentarios inoportunos de Enzo Fernández, hasta los silbidos que resonaron durante el himno nacional argentino, se confirma un resentimiento deportivo latente entre ambos seleccionados. Lo que alguna vez fue una simple rivalidad en el terreno de juego, ahora se ha convertido en un campo minado de emociones, donde cada gesto y cada palabra alimentan un fuego que se niega a extinguir.
Los ánimos en Bordeaux comenzaron a encenderse desde el primer instante, cuando el himno nacional argentino resonó en el estadio. Apenas habían sonado las primeras notas, y ya los silbidos se alzaban desde las gradas, como una tormenta que amenazaba con desatarse en cualquier momento.
El duelo estuvo siempre envuelto en un manto de tensión palpable, donde cada acción en el campo se convertía en una chispa que amenazaba con encender un fuego mayor. Los conatos de bronca, eran pequeños pero intensos, surgían como oleadas inesperadas en un mar agitado. Una patada por aquí, un empujón disimulado allá; todo se traducía en una danza de hostilidades.
El encuentro terminó con el agregado de 10 minutos, donde la selección argentina buscó, pero no pudo concretar el empate. Tras el silbatazo final Enzo Millot, futbolista francés, tomó sobre sí el papel de encender la llama que se había gestado durante todo el partido. Con un gesto desafiante, Millot comenzó a celebrar el pase a las semifinales directamente en la cara de los jugadores argentinos, como si el triunfo no fuese suficiente por sí solo.
La confrontación no terminó en el campo; se extendió hasta el túnel, alejándose de la vista de los espectadores y de las cámaras de televisión.
Durante varios minutos, nadie supo si los incidentes continuaban fuera del alcance de las miradas, si la situación se había calmado o si la batalla seguía librándose lejos de la vista del público.
La incertidumbre se rompió cuando el equipo de Francia finalmente regresó al campo para celebrar con su afición. Sin embargo, Enzo Millot Al volver al césped, fue recibido por el árbitro con una tarjeta roja, un castigo que lo dejaría fuera de las semifinales.





































