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Algunos países recompensan a sus deportistas laureados en los Juegos de París con alta sumas económicas, joyas… hasta boletos de tren de por vida
Conforme se apagan las luces y el eco de los aplausos comienza a desvanecerse en París, los atletas de todo el mundo regresan a sus hogares, cargando no sólo la satisfacción de su esfuerzo, sino también premios tan extraordinarios como el brillo de la medallas.
Si bien en los Juegos de París, el Comité Olímpico Internacional mantuvo su tradición de no otorgar premios en dinero por las preseas ganadas, varias naciones decidieron recompensar a sus deportistas con premios que emergen como pequeñas fortunas.
Hong Kong, por ejemplo, elevó los niveles de generosidad a conceder 768,000 dólares a sus medallistas de oro, 384,000 para los de plata y 192,000 para los de bronce, además de boletos de por vida para utilizar el tren, mientras en México, Ana Guevara, titular de la Conade, declaró que los campeones olímpicos recibirán 3 millones de pesos (aproximadamente 158,000 dólares), los medallistas de plata 2 millones de pesos y los de bronce 1 millón de pesos. Hasta el momento ningún integrante de la delegación tricolor ha subido a lo más alto del podio. El clavadista Osmar Olvera será recompensando por el gobierno federal con un millón de pesos y 750 mil por la iniciativa privada.
Pero hay otras naciones en donde los logros deportivos son honrados con cifras más altas que las mexicanas. Singapur e Indonesia le siguen el ritmo a Hong Kong con incentivos de 745,000 y 300,000 dólares, respectivamente, para aquellos que se cuelguen el oro. En Corea del Sur, el oro no sólo brilla; también asegura una pensión mensual de 733 dólares y un bono adicional de 46,000 dls.
EU OTORGA PREMIOS RELATIVAMENTE MODESTOS
A pesar de ser una potencia económica global, los premios en Estados Unidos son relativamente modestos: 38,000 dólares para los medallistas de oro, 23,000 plata y 15,000 para los de bronce.
En algunas partes del mundo, las recompensas van más allá del dinero. Kazajistán ha transformado los sueños de sus campeones en apartamentos: tres habitaciones para el oro, dos para la plata y uno para el bronce. En Malasia, los atletas del podio reciben autos nuevos
En Filipinas, el gimnasta Carlos E. Yulo, doble medallista de oro en París, recibirá ramen ilimitado, macarrones con queso y pollo inasal, como si su vida se hubiese convertido en un banquete perpetuo. A ello se suman consultas y colonoscopias hasta el resto de sus días, ofrecidas por un gastroenterólogo local, créditos universitarios y la promesa de un fotógrafo de bodas, si es que lo llegara a necesitar.
En un gesto único, Polonia premia a sus medallistas con un diamante de inversión, una pintura local y un cupón para unas vacaciones de lujo.
En una narrativa casi mágica, el equipo de futbol de Irak fue recompensado con terrenos residenciales por parte del primer ministro Mohammed Shia’ Al Sudani, sin siquiera haber ganado una medalla, sino simplemente por calificar para los Juegos.
En contraste, Gran Bretaña y Noruega, potencias deportivas, eligen no ofrecer recompensas materiales a sus atletas, enfocándose en otros aspectos del desarrollo deportivo de sus competidores al argumentar, que se reduce el espíritu olímpico.



































