Por Víctor Fausto Silva D.
De sopetón, y en una medida que tomó por sorpresa a todos, el gobernador Alfonso Durazo decidió que en tres municipios más se implementara el mando único policial, entre ellos Huatabampo. Traducido al cristiano, la medida implica que el gobierno del estado elimina a las policías municipales y asume plenamente las labores de seguridad pública.
Ya se operaba así en San Luis Río Colorado, donde las cosas están que arden desde hace buen rato por la colusión de elementos municipales con grupos criminales, pero ahora se le añadió Sonoyta, Benito Juárez y Huatabampo.
Para cualquiera medianamente informado sobre temas de este ámbito, la inclusión de Sonoyta sonaba natural, dada la cercanía con el foco de infección que representaba San Luis, amén de que por su ubicación geográfica cercana a Estados Unidos ha sido siempre una plaza muy codiciada por quienes operan diversos giros criminales, con ganancias estratosféricas.
Sin embargo, lo sorprendente fue que se sumara a Benito Juárez y Huatabampo, cuando a todas luces, en estos municipios la situación en cuanto a seguridad pública dista mucho de parecerse siquiera a la de Sonoyta o San Luis.
Sin embargo, en la exposición de motivos del decreto de Durazo, se esgrime que por acá han repuntado los índices de homicidios y secuestros, lo cual por lo menos a nivel público no ha trascendido con la crudeza que se les conoce en otras plazas, Cajeme, por ejemplo, donde tiro por viaje se conoce sobre levantones y ejecuciones…mientras el inepto alcalde reelecto Javier Lamarque Cano insiste ¡en culpar a la prensa!
Pero bueno, seguramente Durazo y su equipo tuvieron a la mano “otros datos” –famosísimos en este sexenio- como para tronar el puño en la mesa y aplicar una medida de este tipo, y seguramente a los primeros que agarró con los dedos detrás de la puerta fue a los propios alcaldes, como Beto Vázquez Valencia acá en la tierra de los generales.
Pasada la sorpresa inicial, lo que ahora se sabe es que la iniciativa partió del Secretario de Seguridad Pública del Estado, Víctor Hugo Enríquez García, quien la acompañó con otra instrucción: que ningún jefe policiaco repitiera en el cargo, ni siquiera en otros municipios, lo cual acá en el sur se estilaba prácticamente como parte de los usos y costumbres.
(Dicen que toda regla tiene su excepción, y en Hermosillo, por ejemplo, el alcalde no-morenista acaba de ratificar en su cargo a Manuel Emilio Hoyos Díaz como Comisario General, y entonces no se sabe si la “sugerencia” o instrucción de Enríquez García no le llegó a Toño Astiazarán, o si olímpicamente lo mandó, con todo y Gobernador, por un tubo, pero ellos sabrán su cuento).
El asunto es que con una línea como la que recibieron, avalada además por el propio gobernador, ningún alcalde morenista con dos dedos de frente caería en desacato. Tendrán que apechugar, pues, porque donde manda capitán no gobierna marinero.
¿Será el mando único la panacea que resuelva todos los males y tantos problemas de seguridad? Es de dudarse, porque tiempo atrás se hizo algo similar con la imposición de mandos militares y ni así dejó de arder Troya en varias regiones.
No hay, pues, varitas mágicas en esto, como tampoco existe garantía alguna de que el otorgamiento de un cargo implique la absolutas honradez y verticalidad absoluta de quienes lo reciben, expuestos como están siempre a ceder ante la corrupción que permea en esos ámbitos, nunca tan bien descrita como en la siniestra advertencia de recibir “plata o plomo”.
Seguramente esto de los mandos únicos no será lo último que veremos en cuanto a seguridad, porque faltan los ramalazos que derivarán de los reacomodos federales y la legal incorporación de la Guardia Nacional a la Sedena, así que a los presidentes municipales no les quedará de otra que aguantar vara y cruzar los dedos porque las cosas funcionen en esa área.
A menos, claro, que si los nuevos modelos también truenan, les quede el recurso de recurrir al mismo argumento estúpido que esgrime Lamarque Cano, de culpar a los medios de comunicación por reseñar la triste y terca realidad que los rebasa.
Por lo pronto, a esperar.
El bodrio “animalero”
La hasta ahora fallida Ley de Protección y Bienestar Animal que envió el gobernador Alfonso Durazo y que ya le había aprobado el Congreso –este martes la congelaron-, evidenció varias cosas, entre ellas:
Que sus asesores se la redactaron al “troche y moche” y sólo por quedar bien con el Tlatoani sexenal; que los nuevos diputados insisten en mantener la tradición de sus antecesores de aprobar cuanto les manda el patrón en turno sin cambiarle ni una coma y que “nuestros” políticos son unos redomados hipócritas y convenencieros.
No bien se conocieron sus alcances cuando se les fueron encima galleros, organizadores de jaripeos, rodeos, carreras de caballos, amansadores, adiestradores ¡y hasta los veterinarios!, por una serie de disposiciones que de plano dejan la legislación en calidad de vil bodrio.
Bastó una sola manifestación de quejosos a caballo allá en Hermosillo, para que los diputados se pandearan y por voz de Fermín Trujillo –el Matusalén del Congreso, por sus sucesivas reelecciones- admitieran que lisa y llanamente se equivocaron y ahora sí van a revisarla, porque nomás no consultaron y mucho menos escucharon a tantos involucrados y afectados en un tema siempre polémico.
Del gobernador Durazo ya se conocía que su profesión de fe “animalera”, la llevó al extremo de eliminar la tronazón de cuetes la noche del Grito para no afectar a los perros, pero de eso a llegar a los extremos ya no de prohibir las peleas de gallos –de cierta forma justificable para muchos- sino hasta de ¡eliminar las cabalgatas! en un estado eminentemente y vaquero, no habla muy bien de que efectivamente conozca el “Sonora profundo” y sus tradiciones.
Aún así, es de suponerse que ideó la iniciativa de buena fe, pero se fue de paso y terminó asestándole un garrotazo a un panal de avispas, porque ninguno de los señores diputados de su aplanadora legislativa tuvo el tacto y la visión de advertirle que hay otras maneras de hacer las cosas, sin parecer cacique con el típico sello de que “aquí nomás mis chicharrones truenan”.
Si por lo menos alguien hubiera tenido el tino de armar la faramalla organizando uno que otro foro pichurriento como para conseguir respaldo (“socializarla”, le dicen ahora) otro gallo les hubiera cantado, pero no: los diputados se limitaron a ejecutar una reverencia y la aprobaron tal cual, lo que augura un trienio con las rodillas peladas de tanto hincarse.
Decíamos además que el apresurado lance legislativo exhibió a los políticos hipócritas y convenencieros, primero, porque no bien arrancan las campañas electorales, hasta el que nomás conoce los caballitos de palo se trepa a un jamelgo y se mete a cuanta cabalgata se le atraviese para darse baños de pueblo, y luego, porque con tal de quedar bien con el “Señor” en turno se ganan a pulso la etiqueta de traidores a su gente, sus oficios y sus tradiciones.
El ejemplo más palpable de ello fue el del hoy diputado Jesús Tadeo “El Juditas” Mendívil, que sin empacho alguno palomeó la ley transformándose a defensor de los animales, cuando toda su vida ha sido un reconocido ludópata, organizador y explotador de carreras de caballos y peleas de gallos, obviamente con pingües ganancias y las consabidas borracheras masivas, por supuesto.
De sus perniciosos “hobbies” dan cuenta en Bacobampo o en la misma cabecera de Etchojoa, donde despojó a los deportistas de un terreno para construir ahí un taste, donde a lo largo de dos trienios como alcalde se vieron incontables eventos en los cuales corrieron ríos de alcohol, pacas de dinero en apuestas clandestinas y más de un zafarrancho, con muerto incluido.
De la noche a la mañana, “El Juditas” pasó de borracho a cantinero y previos golpes de pecho, en cuestión de horas se disfrazó de defensor de animales, lo que por supuesto no le perdonan ni le dejaron pasar sus coterráneos e incluso los de su propia familia, porque su tío Salvador Valenzuela fue de los que participó en la protesta, tachándolo de traidor a grito pelado.
¡Qué bonita familia!
Quién sabe qué se sacarán ahora de la manga los diputados para “descafeinar” la Ley de Protección Animal, pero por lo pronto, ya regaron feo el tepache, igual que lo regaron quienes expusieron al gobernador Durazo como un mandatario antidemocrático e insensible hacia sus gobernados.
(Nada más falta que ahora en los remiendos de la ley, “El Juditas” quiera meter mano, de perdida para que le dejen a salvo las peleas de gallos, porque si no, ¿en qué desahogará su estrés por la agobiante chamba (¡mjú!) que le cayó por tres años en el Congreso, mientras se alista para buscar oooootra vez la alcaldía el 2027? De plano, no tienen llenadera…ni vergüenza).


































